lunes, 16 de mayo de 2011

Libro del mes

El niño que se cayó en un agujero
   Autor: Jordi Sierra i Fabra
Estamos ante un libro en el que la dicotomía comprensión-incomprensión la vamos a ir encontrando a lo largo de la narración. Un libro del estilo de Jordi Sierra que, en algunos momentos, nos bloquea el estómago.
Además de esa dicotomía, hay muchos otros ingredientes, cada uno de los cuales ocupa un capítulo de este cuento, que casi podríamos calificar de surrealista, aunque habrá quien lo considere o califique como libro de ficción ya que el eje vertebrador sobre el que gira la narración es, desde luego de los de “la imaginación al poder”, una característica muy propia de Jordi Sierra como hemos podido ver en muchas de sus obras.
Pero no, este no es un cuento de ciencia ficción, desgraciadamente es un cuento con un fondo realista y, decimos desgraciadamente, porque capítulo a capítulo van a ir desfilando ante nuestros ojos toda una “fauna” social que nos muestra la más cruda de sus realidades: un alcalde que no entiende nada que no sea el mantener su puesto; unos extranjeros que todo lo consideran reclamo turístico; un ciego que se cree el amo de la calle; unas mamás para las que no existen nada más que sus niños; unos guardias urbanos que quieren imponer la autoridad a base de multas; un militar para el que todo el mundo ha de ponerse firme antes sus órdenes; un sacerdote para el que el infierno es el castigo de los que él considera malos y perversos, o el joven periodista que ve el caso de Marc como el que le lanzará a la fama... y así otros muchos personajes que quedan retratados como estereotipos de una sociedad en la que lo que se salga de lo “normal”, se toma como algo incomprensible y de lo que es mejor huir. Es el egoísmo de una sociedad hipócrita e insolidaria.
Visto así, el libro sería de una crueldad y de un pesimismo aterrador; un libro que nos haría pensar que su autor no es el Jordi Sierra que todos conocemos; pero en medio de toda esa sátira social, aparece el Jordi optimista.
Sí que es un libro que acusa; pero también es un libro que redime: redime a la sociedad y redime a la persona, esta vez encarnada por el niño Marc que, metido en sus pensamientos, nada optimistas por cierto, cae en un agujero que lo aprisiona sin hacerle daño pero del que no puede salir por más que lo intenta y hasta llega un momento en el que se resigna a esa situación que sólo le permite tener fuera del suelo, de la acera, la cabeza y medio tronco.
Todo es soledad a su alrededor, soledad e incomprensión de los que pasan por delante de él, hasta que aparece un perro vagabundo que puede hablar con el niño porque como el perro dice “estás a mi nivel (...)” Será el perro que dice llamarse Rápido, quien acompañará al pequeño Marc durante la noche y quien le buscará comida y, además, le traerá a dos amigos perrunos como él.
Y si el perro es quien le ayuda en la soledad y el hambre, la aparición de un vagabundo, le traerá a Marc la reflexión, el pensamiento, el mirarse a sí mismo: será su verdadero salvador. Y de todas sus conversaciones con Rápido y el repensar las conversaciones mantenidas con el vagabundo, le hará darse cuenta de cuál es su realidad: el agujero es él mismo, él lo llevaba encima y, a partir de ahí, se libera de su prisión y se plantea una revisión de sus problemas personales.
Y así llegamos al final del libro con una moraleja. La narración tiene gran agilidad y un profundo conocimiento del mundo en el que nos ha tocado vivir, ya que si bien son muchos los libros de Jordi Sierra i Fabra que nos hacen reflexionar, que nos presentan los lados más duros de la vida, es rarísimo que intente aleccionar con moralejas. No obstante de esta apreciación, personal, el libro merece la pena ser leído y nos hará reflexionar, mirarnos a nosotros mismos y mirar la vida con optimismo.